lunes, 15 de diciembre de 2008

Cada cierto tiempo...



Cada cierto tiempo Xoco tiene un arrebato misógino. A mi mujer, tanto como a mi hija les trae sin cuidado porque son conscientes de que es un vestigio pasajero de cuando era un perro con una educación primitiva, sin valores esenciales
- ¿Amo a ti cómo te gusta que sean las mujeres? Me suelta sin venir a cuento y con esa voz ladrillosa que usa en ocasiones
- Pues atentas, bien educadas, cultas. Que se preocupen de uno, amantes del hogar, de la familia. Le respondo mientras ordeno la fruta en una fuente, las naranjas debajo, los plátanos arriba, los kiwis en los bordes, el racimo de uvas.
- ¿Y ti, cómo te gustan…? Y antes de que pueda terminar la frase contesta como si debajo de la lengua tuviera un resorte dispuesto para la ocasión.
- A mí, amo…, las mujeres…, no me gustan. Suelen ser dominantes, disfrutan ordenando la vida a los demás: que si hoy te toca baño, que si no puedes comer chocolate, que estás muy gordo, que estás muy flaco, que no te puedes tumbar en el sofá, que el bigote estilo Pancho Villa revolucionario no te sienta bien; deciden por ti amo…, y deciden por mí: cuando hay que cortarme el pelo, dónde y como pasear, a qué veterinario ir, no me dejan tirar de la correa, que es un placer dicho de paso y sobre todo gritan mucho cuando no haces las cosas según quieren ellas… Cuando cojo su ropa interior del suelo…
- Oye, te quería preguntar por eso. ¿Por qué razón te gusta tanto robarles sus prendas interiores? ¿Es por el olor tan intimísimo que desprende, por fetichismo?
- ¡Que va amo! No seas peliculero. Es por el suavizante del lavado, que esas cosas se lavan a mano y separadas del resto de la colada.
- ¡Ah, ya!..., pues es curioso, yo pensaba que era por el olor a femineidad. Pero bueno, mi pregunta, que no me has dejado terminar, era: ¿a ti, como te gustan las perras?
- Pues amo…, que te voy a decir… ¡Muy perras!
- Y mientras se marcha con un trotecillo de perro satisfecho, yo quedo pensando qué debo entender.

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